El cierre de Confecciones Durán, en Ortigueira: «Si antes de comer no vendías cien mil pesetas era un mal día; hoy si haces 300 euros en todo el día bailas la jota en el mostrador»

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

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Miguel Durán Fojo, junto al viejo mostrador, con las baldas ya casi vacías
Miguel Durán Fojo, junto al viejo mostrador, con las baldas ya casi vacías I. F.

Miguel Durán Fojo, hijo del mediano de los tres hermanos que fundaron el comercio hace 84 años, se jubila y deja sin tienda de referencia a los hombres de estilo «clásico» desde Ferrol hasta Burela

28 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El ortigueirés Miguel Durán Fojo cumplirá 67 años el 12 de julio y ha decidido jubilarse. En noviembre optó por aplazar el retiro unos meses más, «pero alguna vez hay que irse» y el incentivo económico para prolongar la vida laboral «no compensa». Tenía 28 años cuando se incorporó a la tienda que habían fundado su padre, Miguel Durán Rey, que falleció el 12 de abril de 2021 a los 101 años, y sus tíos Antonio, el mayor de los tres y el primero que se murió, a los 92, y Emilio, el benjamín, que va camino de los 103 (el 20 de julio). Miguel, el mediano de los hermanos, nació en la parroquia de As Neves, en Ortigueira, y perdió a su padre con solo año y medio debido al impacto de un rayo.

«Mi tío Emilio fue un hijo póstumo. Mi abuela [Asunción Rey Santeiro] estaba embarazada de seis meses cuando se murió su marido, que iba y venía a Cuba. Llevaban cuatro años casados y ya iban tres hijos... Él tenía a mi padre en brazos y pensaron que también se había muerto, pero no», relata Miguel. Cuenta que el rayo lo alcanzó por el colgante de oro que llevaba al cuello. Un año y medio después de aquel dramático episodio, su abuela se mudó a Ortigueira con sus tres hijos. El pequeño tenía solo 17 años cuando falleció su madre. Al poco de terminar la Guerra Civil, que vivieron activamente los dos mayores, Miguel y Antonio, los tres hermanos Durán Rey abrieron el comercio de ropa que se cerrará para siempre el martes, 30 de abril. «Era el 30 de junio de 1940», precisa el actual propietario. Faltan dos meses para los 84 años de un establecimiento referencia en la zona.

Unos años después de abrir Confecciones Durán Tejidos, como figura en el toldo del local, Emilio y Antonio se marcharon a la ciudad de A Coruña, donde montaron otro comercio de ropa. Miguel quiso quedarse «porque tenía novia en Ortigueira [Dolores Fojo Muíño]». En 1952 se casaron y su vida giró en torno a la tienda de ropa de hombre, su principal baza, y mujer, con un amplio surtido de «moda y complementos para señora y caballero: abrigos, chaquetones, chaquetas, cazadoras, jerséis, camisetas, camisas, pantalones, faldas, vestidos, blusas, vestidos de fiesta, gorros, guantes, bufandas...», como reza la publicidad.

El médico que nunca ejerció

La primogénita —«mi hermana se murió a los 26 días de morirse mi padre, con 68 años»— se mantuvo al margen del negocio familiar. Y Miguel, que estudió Medicina en Santiago, regresó a Ortigueira antes de acabar la carrera (después completaría por libre las materias pendientes) para cuidar a su abuela materna. No llegó a ejercer la profesión. «Me gustaba el comercio, el trato directo con la gente», confiesa. Su padre le mandó a aprender a la tienda de un amigo en Madrid: «Me dijo que la mejor forma de aprender era con una persona ajena, y tenía razón... estuve casi cuatro meses y lo pasé fatal. Madrid ya empezaba a ser una gran ciudad, en el 70 y pico, y las grandes ciudades no me gustan».

«Antes, la gente sabía de telas»

«No hay una lección específica sobre cómo ser buen comerciante, pero sí me formé en telas, tallajes... entonces la gente era mucho más exigente que hoy, las mujeres sabían más de telas. Hoy si quieres vendes gato por liebre, igual que me pasa a mí con otras cosas», reconoce. De vuelta en Ortigueira, inició su carrera de comerciante de la mano de su padre —«mi madre era ama de casa y cuando bajaba casi estorbaba, porque se ponía a hablar», comenta entre risas—, un hombre que sabía de tejidos y diseños, y de atención al cliente.

Cuando él se incorporó, «empezaba la confección». Hasta ese momento, «un traje de hombre lo hacía el sastre, y en Santa Marta debía haber veintitantas modistas, cuando ahora quedan una o dos». Durán ha sido siempre «una tienda para gente de estilo clásico». «Aquí no han comprado los jovencitos, el pantalón vaquero roto nunca lo vendí, ni lo quiero. Es gente de 40 para arriba, que ahora me pregunta a dónde va a ir. Tengo clientela desde Cedeira hasta Viveiro, y ahora van a quedar huérfanos. Desde Ferrol hasta Burela casi no hay nada de ropa de hombre, en Viveiro también han ido cerrando y no hay relevo generacional», reflexiona. El jueves, un cliente «de los de siempre», como son la mayoría, algunos «de generación en generación», se llevó ocho camisas y cuatro pantalones.

«Se hizo mucho dinero»

Miguel, soltero y sin hijos, ni se ha planteado la opción de alquilar —«el edificio lleva ya tiempo a la venta»—, y tampoco cree que nadie se hubiera animado. En Ortigueira, constata, ya quedan lejos los buenos tiempos. «Este comercio hizo mucho dinero. Tal día como hoy, San Marcos [el jueves], con feria de ganado, casi no subías a comer y te ibas a la cama agotado después de trabajar todo el día. Un día de semana, si no vendías cien mil pesetas antes de irte a comer era un mal día. Hoy, si vendes 300 euros en todo el día ya bailas la jota sobre el mostrador», ilustra.

Si en A Coruña las grandes superficies doblegaron al pequeño comercio, «con bajos vacíos en la calle Real, algo que hace 30 años nadie se podía imaginar», apunta este empresario; en Ortigueira, la sangría demográfica lo ha golpeado sin piedad: «Cuando se segregó Cariño, en 1988, éramos 16.000, y hoy poco más de cinco mil». «De Santa Marta no vives (ni antes ni ahora), dependes de las parroquias, de donde viene el 90 % de la clientela», recalca.

Desde el 1 de mayo saldrá a caminar algo más tarde —«me levanto a las seis»— y se entretendrá con la lectura y el café con los amigos. «Algo me voy a aburrir, pero algún día tienes que irte».